RACISMO Y DISCURSO DEL ODIO
El pasado 25 de mayo, falleció,
presuntamente asesinado por un policía, el afroamericano George Floyd, en
Mineápolis (EE.UU.). Esta muerte pudo ser grabada en vídeo y ha dado lugar a numerosas
protestas y manifestaciones en la mayoría de los estados.
Se trata, sin duda, de la
actitud individual de odio de un encargado de velar por el orden y la seguridad de los ciudadanos. Pero no es este un hecho puntual en un país que
cuenta con repetidos ejemplos de acciones similares, que tienen siempre como
víctimas a personas pertenecientes a las minorías.
El racismo, la xenofobia, el
antisemitismo, la misoginia, el odio a los miembros de algunas confesiones
religiosas, el rechazo de determinadas tendencias sexuales, y la aporofobia, el
rechazo al pobre, son patologías
sociales.
El racismo, como todas las
anteriores patologías, puede surgir como una actitud personal e
individual, pero cuando se ve bendecido y
alimentado por los discursos del odio
acaba por convertirse en ideología.
Entendemos como discurso del odio toda manifestación
que, partiendo desde una posición de intolerancia, propaga, incita, promueve o justifica el
desprecio y el odio, hacia determinados grupos sociales, religiosos o políticos.
Quien recurre a ese tipo de
discursos pretende desligitimar a los que no son como él, incluso
estigmatizando a quienes no pertenecen a su grupo, único modelo y norma. De aquí a
abrir la veda para aceptar que puedan ser tratados con hostilidad existe
un límite muy difuso, y haríamos bien en recordar que la libertad de expresión
no debe nunca vulnerar el derecho al reconocimiento de la propia dignidad que es un bien innegociable.
Estamos asistiendo a una
escalada sin precedentes de estos discursos de odio en Estados Unidos y Europa,
incluida España. Están en las redes sociales, en los medios de comunicación y, lo que aún es más grave, en los espacios
donde reside la soberanía nacional.
Habría que preguntarse cuál
es su razón última. Nos tememos no estar muy alejados de la realidad al afirmar que
tanto odio está al servicio de la defensa de unos privilegios que se consideran
como bien propio y exclusivo de unos pocos, los “privilegiados”.
Julia Aguilar
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