LA CRUZ DE LAMPEDUSA
“¿Dónde
está tu hermano? ¿Quién es el responsable de esta sangre? ¡Ninguno! Todos
responden igual: no he sido yo, yo no tengo nada que ver… Hemos caído en la
globalización de la indiferencia”.
El papa Francisco. Lampedusa, 8 de julio de 2013
Lampedusa es una isla
italiana que se encuentra más próxima a África que a Europa pues dista 205 km de Sicilia y 113 km de Túnez, estando también próxima a
Libia. Esta situación la ha convertido en uno de los principales puntos de
entrada para los migrantes indocumentados que, procedentes de África, el Medio Oriente y Asia, pretenden
ingresar al espacio Schengen de la Unión Europea.
El 8 de julio de 2013 el
papa Francisco hizo su primer viaje fuera de Roma y fue a esta isla. Días antes había naufragado un barco con migrantes y refugiados, de
los que 349 murieron.
Se calcula que en los
últimos veinte años han muerto unas 20.000 personas solamente entre Libia e
Italia. En 2019, la cifra de migrantes muertos en el Mediterráneo superó el
millar por sexto año consecutivo.
La Cruz de Lampedusa está
hecha con madera de pateras y de naufragios. Se trata de una cruz que la fundación italiana Casa dello Spiritue delle Arti[i]
regaló al Papa Francisco en abril de 2014. El Santo Padre la bendijo y les
animó a llevarla por el mundo.
Para que no caiga en saco roto la
invitación que nos hace el papa Francisco, y considerando que el espacio
virtual forma parte hoy de la geografía vital de muchas personas, traemos la Cruz
de Lampedusa a este blog con el objetivo de ayudar a construir un mundo que no
sea cómplice de la “globalización de la indiferencia”.
Ante esta Cruz hemos de pedir perdón al Dios de Misericordia:
Perdón
por nuestra indiferencia ante el dolor de tantas hermanas y hermanos que
huyen del hambre, de la guerra, de la miseria, de la falta de libertad, de la crisis
climática y del terrorismo.
Perdón
por no ser capaces de ver reflejada en estos
crucificados del Mediterráneo la imagen del Cristo Jesús crucificado en el
Gólgota.
Perdón
por no alzar la voz de forma que cambie las conciencias de quienes criminalizan a los supervivientes de estas tragedias o legislan sin
asegurar sus derechos.
Perdón
por mirar hacia otro lado cuando estas hermanas y hermanos nos interpelan por
temor a que apostar por su dignidad y su futuro pueda comprometer nuestro presente.
Perdón
por
no querer entender que nuestro modo de vida
y nuestros hábitos de consumo están empobreciendo el planeta y obligando a
desplazarse a hermanas y hermanos nuestros a los que luego le cerramos las puertas.
Perdón
por nuestra ceguera ante la injusticia, por nuestra prepotencia frente a la
debilidad, por nuestra sordera ante los lamentos, por nuestros miedos a los que
no son como nosotros.
Sí, perdón por nuestra indiferencia.
Pero confiando en ese Dios de Misericordia también nos atrevemos a pedir:
Pero confiando en ese Dios de Misericordia también nos atrevemos a pedir:
Por
todos aquellos, hombres, mujeres y niños, que han dejado su tierra, su lengua, su cultura, su
hogar, sus familias, y sus amigos para emprender la búsqueda de una vida mejor, o simplemente, nada más y nada menos, para salvar sus vidas.
Por
nosotras y nosotros para
que a través de nuestro compromiso y nuestra ternura seamos capaces de hacer de este país un lugar seguro para quienes huyen
de la pobreza, del hambre, de la guerra, de la desertización, de la falta de libertad y del
terrorismo.
Para
que quienes han emprendido este viaje, y otros similares, afrontando el miedo, la
incertidumbre y la humillación puedan alcanzar
un lugar de seguridad y de esperanza entre nosotros.
Por
nosotras y nosotros para que nos despierte de nuestra indiferencia, abra nuestros ojos a sus sufrimientos,
nuestros oídos a sus gritos de auxilio y libertad y nos libre de la
insensibilidad y la cobardía.
Por
todos aquellos, hombres, mujeres y niños que han naufragado en
el Mediterráneo, junto con sus sueños de una vida más plena. Acógelos en tu seno y dales la recompensa que nosotros le hemos negado con
nuestro egoísmo y nuestra indiferencia.
Por
nosotras y nosotros para
que con nuestra voz, nuestro compromiso y nuestro voto sepamos impulsar en la vida civil a quienes defiendan en sus políticas leyes que
protejan a los migrantes, les garanticen oportunidades para una vida más digna y sepan ser custodios de sus derechos, que no son otros que los inalienables derechos humanos.
Que esta Cruz de Lampedusa, que
es huella y símbolo del sufrimiento de los migrantes y memoria del fracaso de
nuestro modelo de sociedad, sea luz que ilumine nuestra lucha por la justicia y la dignidad.
Julia Aguilar.
FUENTES:
[i]
Desde hace años trabaja en Milán con las personas más desfavorecidas y tiene
como objetivo transmitir un mensaje de "solidaridad y paz entre las ciudades,
comunidades, parroquias y culturas".
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