CUANDO EL TRABAJO NO DIGNIFICA

152 millones de niñas y niños de todo el mundo forman hoy la cuadrilla de trabajadores infantiles. Una cuadrilla que promete ir a más.

El cierre temporal de escuelas afecta en estos momentos a más de mil millones de estudiantes en más de 130 países. Cuando se reinicien las clases, algunos padres ya no podrán permitirse enviar a sus hijos a ellas.

A medida que las escuelas cierran, la pobreza aumenta, y los servicios sociales disminuyen, más niños se ven empujados a trabajar.

La desaceleración de la producción, el desempleo, la baja cobertura de la protección social, la falta de acceso a seguridad social y los mayores niveles de pobreza son condiciones que favorecen el aumento del trabajo infantil.

La pandemia de Covid-19, y el aumento de la pobreza que ha provocado, pueden abocar a millones de niños más a trabajar. Por su necesidad de hacerlo para sobrevivir ellos y sus familias, su falta de preparación y el desconocimiento de los derechos que les  asisten, su destino no será otro que el de aumentar así la cifra de menores explotados.

Desde nuestras tertulias sobre mesas bien abastecidas, cuando tratamos este tema no nos cohibimos en señalar con dedo acusador a las familias y así pontificamos: los padres ponen a trabajar a sus hijas e hijos por el dinero. Satisfechos de nuestra aguda reflexión, volvemos al café.

Nuestro confort nos vuelve miopes: En tiempos de crisis, el trabajo infantil se convierte en un mecanismo de supervivencia para muchos hogares. El desempleo y la pobreza impulsan a las familias (la de los pobres, los nadies, los vulnerados) a buscar ingresos a través del trabajo infantil, en medio de la incertidumbre sobre las perspectivas vitales de todos sus miembros.

Si queremos condenar, apuntemos bien a quién, y no nos obsequemos en mirar hacia las familias.

Recordemos también, y reflexionemos:

El trabajo infantil es una violación de los Derechos Humanos y los Derechos del Niño.

Impacta sobre el desarrollo físico y emocional de los menores.

Impide la continuidad de su proceso  educativo.

Reproduce los ciclos de pobreza en las familias y los condena a perpetuarla.

El trabajo infantil también puede ser un paso de entrada a otras violaciones de los derechos del niño al aumentar el riesgo de violencia sexual y física, explotación y abusos, así como el de matrimonio infantil.

Recordemos también que garantizar el acceso a la educación es la mejor protección contra el trabajo infantil, que continúa manteniendo a millones de niñas y niños en un círculo vicioso de pobreza y exclusión, y que como consecuencia de la pandemia sólo tiene perspectivas de aumentar.

Julia Aguilar

FUENTE DE LA IMAGEN:

https://www.ondacero.es/programas/mas-de-uno/audios-podcast/beatriz-ramos-puente/la-ley-que-permite-el-trabajo-infantil-en-bolivia_201512225678fe064beb2864ed1353d4.html

 


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