SER HOY MUJER EN BURKINA FASO
"Si perdemos la lucha
por la liberación de la mujer habremos perdido el derecho a una transformación
positiva de la sociedad"
La cita aparece en el
libro ‘El África de Thomas Sankara‘ de CARLO BATÀ
Podemos comenzar diciendo
que en Burkina Faso las mujeres pueden votar y ser electas desde 1958. Añadir a
continuación que Burkina Faso es uno de los tres países africanos que ha
llevado a juicio a personas por realizar la ablación genital femenina, pues
desde 1996 está prohibida la mutilación femenina en este país.
Pero la mutilación genital
femenina se practica de forma generalizada en muchas zonas rurales, a pesar de
los esfuerzos para su erradicación. Y las mujeres sufren discriminación en la
educación, el empleo, los derechos de propiedad y de familia, ya que las leyes
tradicionales y la práctica determinan sus derechos dentro del ambiente
familiar, especialmente también en las zonas rurales.
Para modificar estas
actitudes hacia las mujeres es fundamental
el papel que juega la educación. Veamos el ejemplo de Hélène:
Hélène, nació un 23 de abril en Burkina Faso. Una fecha
tradicionalmente dedicada a los ancestros y marcada por malos presagios Sus
padres le dieron el nombre de Toubawe, que significa “miembro de esta tribu”.
Corría el año 1996 y desde entonces la vida de Hélène ha sido un desafío por imponerse al destino al que parecía estar
irremediablemente destinada. Un desafío al que no se ha enfrentado nunca sola y
en el que el acompañamiento de las RMI ha sido decisivo.
Podemos leer todo su
testimonio aquí. De él queremos destacar algunos aspectos:
La importancia que ha tenido
en su desarrollo personal la educación “yo
querida dedicarme a mi formación” ... “sin
una formación; sabía que en pocas semanas ya me habrían encontrado un marido”
pues los matrimonios concertados siguen siendo una realidad que persiste y
que sólo aplasta con su peso a las mujeres.
Las diferencias existentes
entre el espacio rural y el urbano marcan significativamente el abanico de
posibilidades de la mujer burkinesa como lo hace con el resto de las africanas
en general: “Cuando veo a mis hermanas y
a mis amigas que se quedaron en el pueblo, me pongo triste, pues veo que,
aparte de ir al campo a cultivar, hacer el dolo (cerveza de mijo) y ocuparse de
sus hijos, su vida se reduce a una mera monotonía. Aquí en la ciudad hay otras posibilidades:
formase, participar en grupos y cooperativas de mujeres”... A veces, cuando me
veo tan dichosa, no puedo menos que
pensar en tantas chicas que en mi pueblo o en otros pueblos siguen viviendo
bajo la dominación de la cultura ancestral, de la ignorancia y de la pobreza”.
La historia de Hélène también
nos muestra el trabajo de la mujer como fuente de independencia, de dignidad y de
libertad, aunque haya quien se resista a ello: “todo lo que una mujer gana es para ella”... “el
entorno tiene una mirada un poco inquisidora con las chicas que poco a poco se
emancipan de la dominación masculina”
Un hecho que se percibe en
el testimonio de esta joven burkinesa y que es una constante en muchas
historias de superación protagonizadas por mujeres es que su empoderamiento no
tiene como fin último ni único su propio beneficio personal: “Hoy otro sueño se despierta en mí ser: abrir
mi propio taller de costura, pues ahora trabajo en un taller como ayudante; las
hermanas me han dicho que dentro de unas semanas tendré mi propia máquina de
coser. Sé que si pongo en práctica todo lo aprendido, la vida me ira bien y
entonces seguiré ayudando a mi familia,
particularmente a mis padres y a mis sobrinas que están en el pueblo y que
quiero que todas vayan a la escuela. Me
gustaría un día poder acoger muchas chicas en mi taller para enseñarles todo lo
que yo sé y que ellas también puedan hacer realidad sus sueños”. Y por último hay otro
aspecto admirable en Hélène: Su sentimiento de gratitud. Ella ha trabajado, se
ha esforzado, ha vivido alejada de su entorno para conseguir su sueño y ha
sentido la soledad. Ahora, cuando su meta está cerca, ella podría considerar
que todo lo conseguido es fruto únicamente de su esfuerzo y de sus renuncias,
sin embargo dice así: “Hoy doy gracias al Señor por tanto recibido
y por la fuerza que ha puesto en mí para vencer tantas dificultades; doy gracias por tantas personas que han
sido como “Ángeles” en mi camino. Doy gracias a Dios por los consejos y la acogida
de las RMI que han sido decisivos para mi vida.”
Gracias, Hélène, a ti por compartir tu experiencia que además de acercarnos a una situación desconocida para nosotros nos reconcilia con la esperanza.
Y en esta misma línea vamos a exponer a continuación el testimonio de Odette Somé:
[i] Tanto ahora Odette como antes Helêne se refiere a hermanas RMI, Religiosas de María Inmaculada, de Bobo-Diulasso (Burkina Faso)
Y en esta misma línea vamos a exponer a continuación el testimonio de Odette Somé:
Para mí es una suerte enorme ser mujer en este bello país donde es bonito vivir. Digo que es una suerte ya que con todo lo que oímos de otros lugares, aquí nosotras las mujeres somos privilegiadas.
Sí, sé que no todas las mujeres pueden hablar como yo pero es así en todas partes: hay quienes lo consideran “suerte” y otras unas “desgracia”.
Me inscribieron en el colegio a la edad de 7 años en mi pueblo y aunque mi madre es viuda ha peleado y continúa haciéndolo por nosotros. Yo soy la benjamina de la familia y por ello la más mimada de todos.
Tras la escuela primaria no llegué muy lejos en el colegio pero mi madre me envió a la ciudad a casa de mis tíos para continuar mi formación. Al principio yo no quería hacer la costura pero a día de hoy reconozco que es lo mejor que mi tío pudo ofrecerme. Tras cuatro años de formación tuve la oportunidad de trabajar en un taller donde comencé como principiante. Tres años más tarde sabía hacer lo mismo que mi jefa. Por casualidad, las hermanas[i] buscaban una formadora para el centro y desde hace siete años desempeño ese trabajo muy bien remunerado y que me gusta mucho.
Hoy día puedo ayudar a mi madre con sus pequeños gastos y vivir de forma independiente. Todavía no me he casado pero tengo un novio que me quiere y que he escogido libremente sin imposición ninguna.
Para mí, ser mujer en Burkina Faso es poder conseguir mis sueños y vivir feliz haciendo lo que me gusta y siendo yo misma.
Para mí el hecho de vivir en una casa propia, de tener un salario a fin de mes, de tener un novio al que quiero libremente, de hacer un trabajo apasionante, el hecho de sentirme feliz es ya una oportunidad. Y el día que sea madre, ese día será la plenitud para mí.
Reconozco que para muchas mujeres de mi edad las oportunidades no son las mismas ya que, por ejemplo, están casadas con un hombre al que no aman, algunas no hacen el trabajo de sus sueños, otras no tienen una formación de base, muchas mujeres son víctimas de violencia, de mutilaciones y de humillaciones sin nombre… Esta es la realidad también…
Para mí, incluso aunque lo considere una oportunidad, es también un reto porque somos nosotras mujeres las que tenemos que luchar para que nuestra situación cambie. Ni los políticos, ni las ONGs, ni las asociaciones exteriores pueden hacer que nuestra suerte cambie si no lo hacemos por nosotras mismas.
Estoy convencida y segura desde lo más profundo de mí de que la situación de las mujeres cambiará cuando nosotras las mujeres nos comprometamos con este cambio y estemos listas para cambiar. Esto supone siempre un riesgo y un esfuerzo constante de saber levantarse para seguir con más convicción aún.
Gracias por esta oportunidad de expresarme.
Gracias por haber dejado que manifieste mi opinión.
Ser mujer en el norte, el sur, en el este y en el oeste es siempre una suerte y también un reto… Nuestra felicidad depende sobre todo de nuestras convicciones y de nuestra implicación en lo que hagamos.
Adiós,
Odette Somé
Y vamos a terminar esta
entrada dedicada a la Mujer de Burkina Faso con un fotograma del documental
Ouaga girls (2017). En él la directora Theresa Traore Dahlberg plasma en clave poética la
historia de unas mujeres que tras tener que abandonar sus
estudios encuentran en una escuela de mecánica otra oportunidad para formarse.
Esta entrada no hubiera sido posible sin Hélène, Odette Somé, Sor Rosario Martínez, María de la Paz y Elena García Gallego
Julia Aguilar
FUENTES:
Testimonios preciosos y enriquecedores tanto de Hélène como de Odette. Gracias Julia por compartirlo
ResponderEliminarGracias.
ResponderEliminarCompartir con vosotros que Helene consiguio su maquina de coser y ya tiene su propio taller de costura donde con otras dos muchachas no le falta el trabajo ni las ganas de trabajar. Se casó hace casi un año y dentro de unos meses será mamá.
Muchas gracias Julia y Rosario por hacernos llegar éstos testimonios que nos acercan un poquito más a otras realidades y a esa África que tanto queremos!! Elena García
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